martes, 11 de junio de 2013

We’ve all had failures. Don’t let them define you, let them refine you.

Me dormí demasiado tarde anoche, por quedarme hablando con él sobre cosas de las que me cuesta muchísimo hablar en serio.
Sobre cosas que me definen a tal punto que no sé en verdad qué sería yo sin ellas, aunque no se supone que me hagan bien. Hacía mucho que no hablaba con él de esa forma: como si fuera la única persona en el mundo en la que vale la pena confiar, la única con la que puedo dar por sentado que no me va a juzgar, diga lo que diga. Fue así con él durante muchos años, mucho antes de conocerlo en serio, valdría decir. Después, como casi siempre, al subir de nivel la relación se perdieron muchas de las cosas copadas que nos caracterizaban... fue porque no funcionaba, obviamente. Ahora funciona. Por ahora funciona.

Él no confía en su alarma, o mejor dicho, en sí mismo al escucharla.
Yo sí confío en las mías, así que hoy, al despertarme, apenas puedo despegar los ojos, pero en seguida mi mano tantea el celular y lo llamo por teléfono. "No puedo creer que me llamaste en serio..." quiere sonar indignado, pero suena feliz de despertarse así. Yo también estoy feliz de oír su voz algo dormida: Así, acurrucada en la cama calentita y de cara a la pared con los ojos cerrados casi puedo sentir que está acostado al lado mío y no en otra cama... en otra ciudad. 

Me pregunto cómo hacía la gente cuando no había internet, ni mensajes de texto, ni llamadas.
A mí cuando pasan demasiados días no me alcanzan ni su voz, ni sus palabras, ni las fotos...
antes había gente amándose por cartas, por telégrafo, por una o dos fotos viejas y conocidas. 
Aún así me sabe a poco... cuando logré sentarme en la cama y después caminar hacia la ventana y abrirla me encontré con un día helado y tanta niebla que ni siquiera podía ver el río.
No quería desayunar, ni bañarme, ni vestirme para salir... sólo volver a dormir a la cama.

De haber estado él, seguramente habría vuelto... o ni siquiera me habría podido levantar. 
La idea de llamarlo era despertarlo a tiempo, pero fue contraproducente para los dos:
Esa ilusión momentánea de estar juntos podía desintegrarse con el simple acto de salir de la cama... 
así que tardé 15' de más en lograr levantarme. Y por eso llegué tarde a una clase, (tras 10 cuadras de caminar entre la niebla, y evitar por muy poco que un desconocido me escupiera desde su auto por descuido) sólo para descubrir que no se estaba dictando. 
Tal vez los romances antiguos fueran más fieles y absolutos, más difíciles de sostener en el tiempo y por eso más válidos... pero lo bueno de tener grandes tecnologías modernas en comunicación, es que incluso cuando tu día empieza realmente muy mal, podés sonreír porque empezó virtualmente muy bien. 

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