lunes, 12 de octubre de 2015

Le Cirque des Rêves

La clase de amor en la que creo, la clase de amor que espero, es también una clase de magia.
Yo quiero un amor que lo consuma todo, uno sin el cual mi mundo sea inhabitable. Mi mundo es casi inhabitable, porque tengo un poco de amor. Mejor sería decir: "quiero un amor con el cuál mi mundo sea habitable." Un amor como esos que encuentro en algunos libros... no. No quiero un amor 'como el de...', quiero que otros quieran un amor como el nuestro. ¿Dónde estás? Te extrañé toda mi vida.
- Soy sólo una terraza en tu vida. Y me mezclo con el recuerdo idílico de una cama con más gente. - Me reprocha indignado un cierto chico de ojos verdes. Solía ser tanto más... y ahora me río porque es cierto. "Para mí sos la antítesis de lo cotidiano", me dijo una vez... es uno de los elogios más hermosos que me dijeron jamás. No quiero ser cotidiana. Pero esa clase de sentimiento implica también que nunca me elegiría... lo valoro por eso. Lo deseo por eso. Vale tanto más que cualquier otra cosa que pudiéramos haber llegado a tener... somos de mundos diferentes. 

A diez mil kilómetros de acá, mi pintor escribe desde una habitación que de a poco empieza a llenarse de pinturas nuevas. Me escribe y aún a través de toda esa distancia, después de atravesar todos esos mares, sus palabras me llegan casi al instante y son capaces de destruir mi sistema nervioso. Aumenta mi temperatura, acelera mi ritmo cardíaco: él es la antítesis de lo cotidiano para mí. (Y por eso nunca lo elegiría). Es la identidad que algunos construyen para algún otro en especial. Todos los días daría todo por estar ahí. Pero es más por el terreno que por él, por más de que el terreno incluya su cama. 
La belleza es un valor absoluto. El día en que te vea, sé que voy a reconocerte primero por eso. 
Si esa clase de cosas no existe, ¿por qué tantos son capaces de escribir al respecto con semejante nivel de detalle? Y si a veces me desespera tanto la necesidad de encontrar ese tipo de magia, ese tipo de historias, ¿cómo sé que el amor que espero no es igual de poco probable? ...en el fondo sí sé. ¿No es eso después de todo lo que lo hace tan valioso?
Es la antítesis de lo cotidiano lo que más vale.
No sé si algún día voy a cansarme de creer en todo esto. Si eso pasa, voy a saber que me estoy muriendo. Tal vez nazca algo después de eso, pero no voy a seguir siendo yo.
"No crees en el amor.", me lo han dicho tantas veces... yo creo en el amor más que nadie que conozca.
Y después está él. Amándome con una dependencia exagerada. Intoxicante, asfixiante. Pero querible.
Es tanto peor cuando lo amo, cuando estoy enamorada, pero aún sé que no va a ser suficiente. Y a veces lo fuerzo hasta casi un punto de quiebre, intentando convertirlo en algo que no es (pero podría, tal vez, ser... tal vez no). Todavía creo que dormir con él es inmensamente mejor que dormir sola. Todavía creo que dormir con él es mejor que dormir con algún otro. Todavía dura. Pero la abstinencia llega puntual, como si supiera. Como una droga, como un reloj, no puedo ser fiel. Me resulta más fácil estar sola.
Creo en la fidelidad, lo que desprecio es la monogamia. Hacia todo el que no sea vos. Sé que podría serte fiel fácilmente... y sé a la vez que prometerlo no haría falta. Donde estés, sé que es lejos. Si estuvieras cerca nunca podría irme de acá como quiero. (Si estuvieras cerca, te irías conmigo). Pero en fin, ¿tiene algún sentido sentirme culpable si no hago las cosas como él las quisiera? Sé qué clase de acciones lo lastimarían, no quiero hacerle mal... pasé por esto mil veces. Está viniendo hacia mí, lo estoy esperando, y a la vez... no soy del todo suya. Nunca del todo de nadie. Siempre un poquito tuya, y en tu falta, de tantos otros.
Sos el parámetro de todo lo que quiero por compañero. A tu medida juzgo y castigo a quienes no son vos. Cuando te vea, cuando seas parte activa de mi historia, no voy a necesitar escribirte más cartas, porque vas a poder leer todas estas, las que te escribo desde hace siglos. Cuando te tenga, igual, seguramente te escriba lo mismo. 

Ojalá exista un rincón en el mundo en el que podamos volvernos locos. Vos y yo, sin nada que nos contenga, sin nadie que nos detenga. Vos, y la naturaleza, y yo. Fingiendo que el resto del mundo no existe. Que todo es arte, que todo es magia, que todo es libros. Escapándonos de ahí para conocer por todo el globo pedazos de historia.
Te amo, mi querida mitad desconocida, por vos en el centro permanezco eternamente niña. Por vos no crezco, no maduro, no dejo de creer.
En ese punto de la vida en el que los humanos normales dejan de creer en Disney y en las fiestas, en los fantasmas y en la magia, en ese punto exacto en el que todo individuo común y corriente abandona para siempre su infancia y se sumerge en un mundo mucho más gris y coherente, yo te pensé.
Me anclaste a todos los mejores sueños.