martes, 30 de junio de 2015

Soy algo tan chico y quiero ser tan grande.




Somos inconformistas que nunca paran de escupir arte. 
Y en las locuras que nos matan a diario nos une sólo eso, la claridad absoluta con la que vemos las cosas, el terror a ser mediocres, la búsqueda eterna de sublimarnos desde y a pesar de la depresión, y las ganas de amar más y poseer menos. 
La mayor paradoja es que siempre voy a estar atada a vos, porque me dejaste ser libre. 

martes, 16 de junio de 2015

Horacio Brent sabe que lo tiene todo. Lo sabe desde que tiene conciencia.

La última vez que te hablé me pediste que criticara un cuento que habías escrito. Trataba sobre un hombre cuyo éxito en la vida pasa por su trabajo en economía y ventas, un tipo con mucha plata (invertida en ropa y muebles), siempre rodeado de gente elitista y poderosa, moviéndose de un club a otro. Un tipo sin sueños, sin viajes, sin arte, sin amor real, pero admirado en los círculos  que transita. Al final del cuento uno descubre, bajo cierto velo pesadillesco, que Horacio es en realidad un anciano o un loco, alguien cuya vida en la que "lo tiene todo" pasa solamente en su mente. 
En ese momento lo leí por encima y con poco tiempo, corregí más que nada cuestiones de gramática, no lo sobre-analicé. Recuerdo haberte dicho que el final me había sorprendido, porque estaba esperando que Horacio se suicidara, renunciara o enloqueciera. 
No volvimos a hablar después de eso. Como tantas otras veces yo intenté hacerme cargo sutilmente del hecho de que nunca fuimos amigos y nunca lo vamos a ser, por ende nos hablamos con un solo objetivo. Y como tantas otras veces vos pasaste por ingenuo inocente, como si desconocieras todo eso, como si te diera miedo seguir hablando conmigo a riesgo de mandarte una cagada. Como si fuera la primera, ¿podés creer? Tu cara da para todo. 
Pero yo releí el cuento, como te había prometido, porque después de la primera intenté no romperte nunca más una promesa. Y entonces me chocó: Yo esperaba que Horacio se liberara de alguna forma al final del cuento, porque para mí la pesadilla era que esa vida fuera real. Lo que en tu cuento describías como la vida ideal y perfecta, es todo lo que yo considero una vida vacía y mediocre. Y si bien ya había sentido lástima por vos muchas veces, cuando entendí eso fue la primera vez que sentí entre nosotros una diferencia irreconciliable.
Pasé dos años de mi vida amándote a pesar de tus elecciones, a pesar de tu novia que odiaba que hicieras Teatro Musical ("¡si en ese ambiente se manosean todos!"), a pesar de tu trabajo en la Bolsa de Comercio (porque, lo reconozco, te queda increíblemente bien el traje), a pesar de que nunca priorizaras el dibujo o la escritura, a pesar de que la vida bohemia en Madrid, Bilbao o Roma conmigo sea totalmente posible en la vida real, y la derives a un universo paralelo sólo por cobardía. Pasé dos años de mi vida amándote porque creía que todas esas elecciones estaban en la superficie, pero en lo más profundo de vos, en el corazón, en el centro, había un artista. Pero un artista de verdad ni siquiera en un cuento escribe la vida de Horacio sin dar señales de despreciarla. Podía amarte a pesar de tus decisiones, pero no puedo amarte a pesar de tu esencia. No cuando representa lo que mis principios más básicos y arraigados rechazan con fervor. No cuando hace muchos años dejé de amar al chico de ojos negros porque nunca habría podido ser feliz en su mundo. 

Por primera vez siento que tu presencia en mí es extraña, ajena, indeseable. Y el fantasma de vos que vive en mi subconsciente ametralla mi imaginación con sus balas más pesadas, me envía imágenes de vos que nunca antes fueron tan nítidas: Vos, frente a mí en la peatonal, tu ropa definida hasta en el corte de tu saco. El brillo del sol aguando los ojos más verdes del mundo,  que me miran con ese dejo de tristeza que los hace tan inmensamente hermosos. La perfección de tu piel, la línea de tu boca que apenas amaga a sonreír. Tu pelo brillando en veinte tonos de dorado. Tus manos en los bolsillos del pantalón. Y me duele. Porque yo sí soy una artista, de la escuela más clásica, víctima y esclava de la Belleza. Me duele y me atraviesa como la Inspiración, pero por primera vez no me ato a ese dolor... intento dejarlo ir. Modelo el recuerdo a conciencia y hago aparecer, cada vez más distinguible, al nuevo chico más lindo del mundo. Lo dibujo en mi mente: El look del primero, la altura del segundo, la inseguridad del tercero. La belleza desesperante del Pintor, la sonrisa pícara de Histeria, el apodo exclusivo que me dedica, uno como el que tenías Vos, pero más lindo.  
Y algo puramente suyo: Yo. La forma en la que actúo frente a él. La voluntad innata de serle fiel, las ganas de tenerle paciencia, el enamoramiento valiente. Todo lo que no fui para nadie en muchísimo tiempo. Me gusta esta versión de mí que existe para él. Me gusta la versión de él que crea para mí. Estoy enamorada, lindo, de alguien que no es vos. ¿Podés creer? 
Y cuando hablo sobre él digo que no sé cómo explicarlo, que me cae mal casi todo lo que dice, que me molesta casi todo lo que hace. Que no entiendo cómo funciona mi ser cuando se  enamora de él todos los días. Que no soy dueña de mis motivos. Que no lo puedo evitar porque simplemente me sale. Pero no es del todo cierto. Porque sí, la cáscara es de lo más hermoso que toqué jamás, y la inmediata superficie está llena de aparentes desperfectos... ¿pero su esencia? Aún sin formación ni talento ese chico es un artista. 
Ayer mismo me dijo "Si quisiera podría volver a trabajar en el banco, ponerme traje todos los días e ir a trabajar 9 hs, pero no quiero eso. Incluso lo saqué de mi currículum porque no quiero trabajar de administrativo, prefiero ser feliz." y esa sola afirmación para mí lo vale todo. En esa sola frase Horacio Brent se pega un tiro, deja su trabajo y enloquece. 
Uno no elige de quién enamorarse, pero sí cuándo dejar de pelear por ese enamoramiento. 
Y ya no quiero pelear por vos. No cuando tengo a mi lado a un chico cuya vida se mueve en el mismo sentido que la mía, cuyo mundo y el mío se tocan en tantos puntos. No cuando me enamora un chico que me elige, ahora más que nunca, que cambia para ser más feliz, que sonríe cuando me ve y se mueve en cámara lenta cuando se va. 
Y sé que mañana puedo odiarlo, a veces es así conmigo, a veces todo se da vuelta de un día para el otro y cambio radicalmente de discurso por un gesto... pero en este momento no me importa. Quiero que la suya sea mi historia. Quiero escribir para él. Quiero que él me duela y me canse y me apasione. Quiero moverme hacia lo nuevo como los vanguardistas. Quiero mi vida tal y como es en este instante, pero un segundo mejor todos los días. 
Quiero todo eso sin vos. Quiero todo eso con él. 

miércoles, 3 de junio de 2015

El factor de riesgo es ser mujer.

Después recordá que estabas ahí cuando te de paja acompañarme hasta mi casa a medianoche, si total puedo caminar sola. Después recordá que estabas ahí cuando me digas exagerada porque no me quiero subir sola a un taxi. Después recordá que estabas ahí cuando naturalices que yo, por ser mina, elija a diario mi ropa y las calles por las que ir en función de evitar que me violen, me roben o me maten. Recordá que estabas ahí cuando no te parezca tan grave que la semana pasada un tipo me haya seguido hasta la puerta de mi casa. Recordá que estabas ahí cuando no creas que el acoso callejero amerite tanta histeria. Recordá que estabas ahí cuando no entiendas que quiera vivir en Europa, porque acá nunca jamás me sentí segura y libre. Recordá que estabas ahí cuando sólo valores mi compañía si ves realizable la posibilidad de cogerme en algún futuro cercano. Recordá que estabas ahí cuando digas que te importo, pero no te gastes para nada en demostrarlo. 
Después recordá que estabas ahí, y sentíte hipócrita, porque con ir a la marcha y posar para la foto no alcanza, para vos la vida sigue, yo todavía tengo miedo todos los días.