martes, 20 de noviembre de 2012
Don't let go! Keep a hold of me... ♪
[...] Yo siempre pensé que fue la rabia de Luisa, en Lima, pero no. Todo se decidió la mañana en que no te vi, mi amor, y tú no lograste moverte, tampoco, ante ese semáforo en rojo. Lo recuerdo vagamente, como escondido debajo de la bruma de una triste y oscura mañana de París y una buscando desesperadamente llegar a tiempo a la Unesco y de golpe torciendo a la derecha, en vez de seguir de frente, porque acaba de tomar la determinación de partir a Chile, aunque haciendo antes una escalita en Lima, no sea que. No sea que nada. Esa mañana, en París, Juan Manuel Carpio, cada cual decidió meterse en el lío que podía.
La culpa la tuvo, como siempre, nuestro Estimated Time of Arrival, al que tan disciplinadamente le obedecemos siempre tú y yo y que nos hace llegar siempre en otro momento, cuando no a otro lugar. [...]
La Amigdalitis de Tarzán.
P:
Cuando eras chiquito nunca te acosaban de golpe miedos idiotas tipo seguridad de que si pasabas por frente a la puerta de una habitación a oscuras seguro había alguien escondido ahí? O que detrás de la cortina de la ducha podía haber una persona? O que si volvías a tu habitación solo podía haber alguien esperando? O que si no subías rápido la escalera alguien te podía perseguir?
G:
especialmente el de la escalera
miles de esos
ni hablar
P:
Como que lo desesperante de esos miedos no era tanto al qué pasa si te agarran, sino a no saber cómo reaccionarías, si te saldría gritar o si podrías correr lo suficientemente rápido como para llegar preferentemente hasta mamá, o en todo caso, hasta debajo de la sábana mágica...
G:
jajajaj mal
Aún cuando sabemos que son idiotas, la mayoría de las veces le damos más credibilidad a los miedos infundados que a las esperanzas vanas. A veces es más fácil creer que puede haber un extraño con ojos amarillos colgado de una ventana a 3 metros del piso mirándonos en silencio, que seguir esperando encontrar entre la multitud del centro un día cualquiera, su cara entre la gente. Yo... yo te vi mil veces apareciendo de improviso entre la gente, y las mismas mil veces vi tus rasgos fundirse y desaparecer en la cara de alguien más. Mil veces aluciné tu pelo, tus lentes, tu ropa, tu altura, tu forma de caminar... Me acostumbré a asimilar en mi organismo el vacío siguiente a descubrir que no eras vos. Me entrené para no ilusionarme. Fue por eso que cuando te vi hoy por segunda vez, en la misma esquina, desde el mismo colectivo, el mismo día de la semana, con más de tres meses de diferencia desde la última vez, primero te miré cansada... admitiendo de antemano la certeza de que no ibas a ser vos. Fue algo en tus ojos desnudos, en cambio, lo que me hizo mirarte dos veces, de ahí el sobresalto, y el pequeño paro cardíaco que siguió al reconocerte. Eras vos. Otra vez. ¿Podía ser que fueras vos? Tanto tiempo después de haber decidido no volver a verte... De haber tomado la sana decisión de evitar aparecerme por cualquier lugar o evento donde pudieras llegar a estar. De haberme rendido. Una vez más sentí el sobresalto en todo el cuerpo y te miré cruzar la calle con impotencia, te vi fruncir el ceño y morderte los labios presa de la incredibilidad de estar viendo ese gesto tan tuyo en vivo y en directo una vez más y sin haberlo planificado. Presa de la incapacidad de creer que tuvieras puesta la misma remera que vi esta mañana en una foto, en esa foto... "Que cuando no estas conmigo te extraño, y cuando estas conmigo no quiero volver a extrañarte nunca" lo leí hoy, la puta madre. Ese texto tiene casi cuatro años y justo se me dio por encontrarlo hoy. ¿Qué hago? Decíme, ¿Cómo le explico a mi cerebro que encontrarte en la ciudad en la que ambos vivimos, de vez en cuando, es algo totalmente racional? ¿Cómo le pido al destino que, por una vez, nos deje en paz? Si al menos me dieras un minuto de paz... si tuvieras la consideración de dejarte el pelo demasiado largo, de vestirte horrible, de brotarte la piel... ¿Tanto te cuesta, por una sola vez, intentar no ser tan hermoso? Y entonces pasó ese instante. El colectivo tiene parada en esa esquina, pero siempre que te veo quedo demasiado shockeada como para reaccionar a tiempo. Me bajé, obviamente, unas cuadras después, otra vez. Pero al pisar suelo firme y pavimentado caí otra vez a la realidad: No te puedo seguir. No te puedo buscar. No te quiero encontrar. Otra vez no, por favor. No quiero regalarme tan fácil como víctima de tu sonrisa. Te conozco, en 5' de charla casual lograrías hacerme reír, y evitarías mirarme a los ojos. Me conozco, pasaría las siguientes semanas viviendo de ese recuerdo, hecha un ente. No quiero volver al Día Cero. No puedo volver al Día Cero. No me puedo comprar gratis una nueva ración de esa tortura.
Pero lo cierto es que tampoco puedo fingir que algún día voy a verte así y vas a ser una cara más entre la gente. No puedo fingir que podría pasar de largo a tu lado, como hago con mucha gente con la que alguna vez salí. No puedo fingir que no me duele. Me duele. Contenerme y no buscarte dolió tanto o más como las veces que te supe encontrar. Me dolés, mi amor, 10 segundos de verte queman tanto como los años de historia que cargamos.
Sé que no debería, sé que no te lo merecés, sé que no es justo para nadie, sé que duele, sé que enferma, sé que ya no sentís lo mismo, sé que hace tiempo debería haber dejado de ser así...
Pero te quiero... Perdón.
Y para encender esos ojos, el pecado es el que más me ayuda... Le agradezco a mi santo (el de los que no se creen ninguna) por haberme engañado otra vez y dejado a tus pies, como un ciego que busca y encuentra, después de perderse hasta enloquecer! Sería una real pena no volver a tocarte otra vez... ♪
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario