Hoy entendí cómo puede pasar. Hoy por primera vez me sentí pertenecer al aterrador Mundo de los Adultos en el que vive la gente de más de treinta años. Fueron apenas unos instantes, pero de golpe entendí con cuánta facilidad se podría en la adultez cometer los mismos errores que cometí siempre, que cometo ahora, pero peores. Lo entendí cuando a través de una vidriera primero creí que estaba alucinando pero sí era él. Cuando corrí media cuadra para llamarlo por su nombre y verlo darse vuelta. Sí era él. Y me miraba. Como si fuera un sueño, como si no creyera del todo que era yo de verdad. Y él y yo no fuimos nada, nadie en la vida del otro, no realmente. Siempre hubo fuego y nada más. Hoy lo veo y es ridículamente lindo, sí, hermoso de cara. Pero ridículamente bajito también. Yo no me equivocaría por él, por él no. Hoy no. Ya no.
- Cómo está tu chiquita? - Le pregunto.
- Bien, en casa... - Me mira.
- Qué pasa?
- Nada, es que es muy raro volverte a ver.
Trabajamos en la misma cuadra.
Lo saludo, con la certeza de que voy a verlo más seguido de ahora en más, porque trabajamos en la misma cuadra. Me voy, me escribe:
"Qué placer verte otra vez." Como en esa canción que me gustaba cuando salía con él, tal vez un poco después. Y entiendo. Entiendo que yo no me equivocaría por él, con él. Su mujer está loca. Su mujer. Muy loca, me amenazó de muerte una vez, hace años. Increíble. Yo salí con ese idiota que tiró su vida así. Y la bebé. Pregunté por su bebé. Pero en su mirada estaba el mismo fuego de siempre. Las mismas ganas. Como si el tiempo no hubiera pasado. Como si fuéramos dos pendejos en las bambalinas de un teatro. Del mismo teatro. En las mismas bambalinas. Y pienso en el otro. Y lo imagino. La misma situación de acá a otros años. Preguntarle:
- Cómo está tu chiquita? - Y que en sus ojos verdes haya fuego y no me importe. No me importe cómo está. Cómo va a estar. No poder evitarlo. Porque su novia ni siquiera está loca, ni siquiera da miedo. Ni siquiera el riesgo de morir por él. Tan simple como siempre.
Con cuánta facilidad el deseo podría transformarme en una persona terrible. Y ya no adolescente. Ya no confundida. Terrible y adulta. Me asusté. Siempre pensé que mi límite máximo e inamovible sería ese. Esposa e hijos. Si el límite no está ahí, ¿dónde está?
Últimamente mis límites se derrumban de a pedazos. Estúpida adictiva inmoralidad.
Un día me voy a hartar de ser yo.
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