lunes, 15 de julio de 2013
In his eyes I can see where my heart longs to be... ♪
La noche anterior tuve la misma pesadilla recurrente de siempre, es tan vieja como yo, y aún así me quita el sueño. Me despertó a las 7am, cuando logré volver a dormirme a las 8, sonó el despertador. 'Demasiado tarde para lamentarme', supongo. Entré a danza a las 10, y salí casi a las 2, así empezó el último sábado de mis vacaciones (thanks god for thaaat ♪). Y a la tarde los fui a ver.
Todo en la casa, el patio... diría el barrio en general, parece venido a menos, pero me reciben con tanta alegría que me sacan lágrimas. Junior me llena la cara de besos con la misma boca que normalmente usa para cazar ratas, es asqueroso, pero ¿qué voy a hacer? El Enano no me ve ni me oye demasiado bien, pero me busca, y está viejito y precioso.
Y mi huarguito dorado se me sienta encima y le gruñe a los otros, lo abrazo... Abrazarlo implica dos brazos, y recuerdo que eso es un perro de verdad, no como la muestra gratis que tengo en casa.
Los otros dos se aburren y se van, y nosotros dos nos quedamos ahí, quietos en el medio del patio, durante diez minutos. Diez minutos de calma. Por primera vez en muchas decenas de minutos, aunque todo el entorno está mal, yo me siento completa con él ahí. Me pregunto si habrá un humano tan humanamente perfecto como ese perro es perrunamente perfecto para mí (?)
Que también me desquicie pero me haga extrañar... Algo me dice que sí.
Cuando volví a casa la muestra gratis de perro peluchito me saltó encima y me olfateó de arriba a abajo (lo que, desde su perspectiva, implica de los pies a la rodilla, si se para en dos patas), ladró un poco indignado, y después no se despegó de mí durante horas, a pesar de que me bañé casi enseguida. Se acordó de que me quiere, bah.
Supongo que eso hacen los que no son perfectos para mí: Quererme igual, y esperar que yo sea fiel. Aún sabiendo que en el fondo yo siempre estoy perdida en algún recuerdo en el que todo era perfecto, incluso cuando el entorno estaba mal. En algún recuerdo que sé que puedo revivir, si me animo, cuantas veces quiera, pero sabiendo que revivir perfecciones de diez minutos, con ese humano o con el perro que él me regaló, conlleva necesariamente varios meses imperfectos de esperada desolación.
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