jueves, 26 de julio de 2012

A veces me imagino tu cara en la multitud y digo que ya no te necesito... ♪

Estuve un tiempo lejos... demasiado cansada para escribir. Con muy pocas ganas de plasmar en papel virtual todas las cosas que pasaron. Ya van dos años con muy pocas cosas buenas que den ganas de escribir. Le pido una buena al universo, me da tres malas. Pero me caigo y vuelvo, mitad sola, mitad sostenida. Hace dos años que no pego una, que las cosas más simples en un contexto tedioso parecían un garrón, y que las cosas buenas, las que me hacían feliz, eran todas fruto de mi propia fuerza de voluntad, de mi propia constancia en ese intento de seguir adelante... y entonces (re)apareciste vos, y fuiste lo único inesperado y ajeno a mí en todo este tiempo que resultó ser lindo, que me hizo sonreír... y eso también tardó segundos en irse al carajo. Me aferré a nosotros con fuerza, ahora entiendo por qué, no era a vos, era a lo que me habías hecho sentir, aunque fuera solo un momento, ese momento fue eterno durante el rato que tardamos en arruinarlo. Y lo seguiste arruinando después, cada día un poco más, durante meses. Y yo no te soltaba, y ahora llevo tanto tiempo sin verte, sin saber quién sos o qué hacés, dónde estás o quién te hace reír, que ya llevo un rato resignada. Tal vez si te viera, me moriría, como tantas otras veces, me mataría tu sonrisa, me mataría tu mirada. Tal vez, si te viera, pero no te veo. No te veo y por primera vez en mucho tiempo, eso no me quita la calma, y al contrario, me alivia. Fui a la primer parte de un seminario de Jazz el lunes, dictado por Gustavo Wons, ese hombre es brillante... y pasó algo muy feo ayer, algo tal vez predecible o evitable, el desenlace violento pero necesario de una serie de decisiones de mierda (ajenas a mí, pero muy cercanas), el precio que alguien quiso pagar para que cambien las cosas. Y estuve muy mal, muy triste, muy tirada, durante la mayor parte del día sentí que me había pasado un camión por encima... y a la noche volví al seminario. Esta vez había más conocidos, tuve a mi profe preferida como compañera, una experiencia bastante rara y divertida, la pasé muy bien, mucho mejor de lo que esperaba pasarlo, tal vez mejor de lo que estaba dispuesta también. Y a la salida lo vi a él, que no es nadie nuevo, pero es alguien que hace rato está en menor o mayor medida, últimamente, (y por "últimamente" quiero decir "hace años"), responsable y depositario de mi frágil cordura. Él también me hace bien. Y hoy fui a un seminario nuevo, de un ritmo totalmente nuevo para mí, Hip Hop con Leo Soares, otro monstruo. No hay con que darle, los bailarines brasileros tienen un no se qué... algo que no se explica ni se consigue con técnica, aunque baile desde hace 16 años, él, como muchos, lleva el ritmo en la sangre. Esa es la clase de gente de la que amo aprender. Fue una clase excelente, aprendí mucho, y me reí mucho. Me reí con esa alegría que no tiene NADA de falsa, con una sensación de bienestar y paz que no alcanzo por ningún otro medio. Durante una hora y media el mundo y yo fuimos uno y no opuestos. Estoy muy cansada de todo, pero no de bailar. Nunca quiero cansarme de bailar. Doy gracias a un profesor tan brillante que me transmite conocimientos sin siquiera saber hablar bien español, doy gracias al idioma universal que es la danza, me agradezco a mí por no rendirme nunca, por ser valiente enough como para jugarmela por lo que me gusta. Yo no sé qué sería de mí si no bailara.




Te extraño. La injusticia nunca fue tan injusta como con vos. Te juro que te amé.

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