lunes, 29 de septiembre de 2014

Right from the start I knew you'd set a fire in me... ♪

Estaba esperando a que pasara esto para poder sentarme a escribir. Necesitaba el final feliz, la moraleja. 
La explicación existencial detrás de todo. Porque verte me mata, amor. Verte me mata, y si me sentaba a escribir antes de que pasara esto, el hecho de ponerlo por escrito sólo iba a registrar y darle fuerza definitiva a esa muerte. 

Desde el principio, entonces:
Estoy vestida en la versión más diosa de mí. Falta el bombín. Me hubiera encantado llevar un bombín, (si vos ibas de Tomás con Teresa, yo ir de Sabina), pero el precio para conseguirlo se me antojó demasiado alto. Y vos... vos siempre sos la versión más divina de vos. Llegás con ella y me duele. Porque actuás como si te derritieras de amor a cada paso que das cerca suyo. Y ella actúa como si tenerte al lado fuera normal. Normal. Yo podría pasar siglos al lado tuyo y seguiría temblando cada vez que me pusieras un dedo encima. Y el lugar en el que estoy sentada hace que sea más cómodo para mí verte a vos que mirar al escenario. Y además tengo tos, y estoy enferma... y veo el pas de deux y te imagino diciendo "Sería re copado hacer algo así juntos", y mientras te imagino decirlo te acercás y le susurrás algo, y sé que le dijiste eso. Y me duele. Y en el intervalo, cuando bajo la mirada veo en un palco a la chica que hace que todo lo que vivimos alguna vez parezca mentira. Y me duele, pero también me río. 
Es como si el karma te estuviera pasando factura a lo bestia esta noche. Me pregunto si acusarás recibo de eso al vernos a las tres en un mismo teatro, viendo la misma función. Y por suerte hay muchísimos conocidos en la sala, tantos que a cada paso que doy termino saludando a alguien, y eso me distrae un poco de tu presencia. Un poco. No demasiado. Y a la salida Teresa me pasa por enfrente y sigue de largo, pero al verme vos te frenás. Y nos miramos. Y a la vez preguntamos:
- ¿Te gustó? 
Y a la vez respondemos:
- Sí...!

Y congelamos una sonrisa incómoda, y me saludás y seguís. Y me duele. 
Porque me cae la ficha... tal vez ya había caído antes, pero vuelve a caer: de que somos tan parecidos. 
De que estamos diseñados para estar juntos. De que debería ser yo al lado tuyo en el teatro, pero es ella. 
Y de que eso es así porque vos lo elegiste. Y no entiendo por qué lo elegiste, y me duele. Y yo te elegiría mil veces, pero cae de nuevo la ficha de que simplemente no depende de mí. Y no entiendo. Dios, no entiendo de qué me sirvió conocerte. 
No entiendo por qué el universo, la ciudad y el destino me pusieron enfrente a alguien como vos, tan perfecto para mí, tan adecuado a mi estilo de vida, tan compatible, tan inhumanamente hermoso... sólo para arrancármelo de las manos. Y no entiendo de qué me sirvió conocerte si ahora que no estás sólo me queda el saber que sin vos el mundo es más gris y ya nunca va a volver a tener los colores que tenía cuando no sabía que existías fuera de mi mente. Y no entiendo, no entiendo por qué te volví a ver. No entiendo por qué dos veces en dos días, no entiendo por qué con ella, no entiendo por qué cuando estoy sola, no entiendo por qué tan cerca de tu cumpleaños. No entiendo y me duele. Y cuando desaparecés de mi vista y volvés a salir impune de mi vida, lo único que entiendo es que duele, y que a partir de ese momento no va a dejar de doler. 

Ahora es  tu cumpleaños, como cada año desde que naciste, traes con vos a la primavera, pero dentro mío es más invierno que nunca. Y desde que te vi todos los días son un borrón confuso, y ya me había olvidado de cómo era tener ganas de llorar todo el tiempo, todo el día. Y ya me había olvidado de lo que era buscarte en serio, todo el tiempo, en cada calle, en cada canción. Y sobre todo ya me había olvidado de lo que era tener que distraerme y concentrarme en una tarea específica durante every.waking.moment para no pensar siquiera en la tentación de mandarte un mensaje. Y aunque logro sobrevivir 24 hs enteras sin mandarte "Feliz cumple", el esfuerzo me agota. Asumo por fin que todo lo que había avanzado y sanado en meses y meses y meses de evitar verte y no saber nada de vos, terminó de irse al carajo. 

Después todo estuvo mal. El tiempo empezó a sobrarme. Mi hermana explotó al máximo la particularidad de ser el humano más egoísta y autorreferente que conozco, excepto tal vez por mi viejo (pero mi viejo se portó bien igual, por una vez en la vida no tiene culpa alguna en mi depresión). Y mi vieja como tantas otras veces, como siempre, me convirtió en un daño colateral de su relación con ella. Y en vez de priorizarme a mí por estar siempre, volvió a priorizarla a ella por miedo a que se fuera y no volviera durante semanas o meses, hasta necesitar algo... probablemente plata. Y a mí, como tantas otras veces, como siempre, me dolió. Y las piernas volvieron a dolerme. Y llorar a mares contra la almohada o frente a la compu volvió a ser casi común. Los párpados hinchados y los ojos ojerosos volvieron a devolverme la mirada en el espejo. Y volví a sentirme sola. 
Volví a desesperarme ante la idea de que todos tienen alguien con quién estar, un lugar adonde ir, una carrera o un trabajo, seguridades, compañía, una razón de ser y estar. Todos menos yo. Y en el fondo sé que es mentira, pero cuando me hundo en ese pozo lo que sé pasa a un segundo, tercer plano y sólo importa lo que siento. Y lo que siento es un vacío terrible, un dolor que al principio está suelto, destrozando a su paso todo en mi cuerpo, pero de a poco se va concentrando en un sólo punto, justo debajo del diafragma, justo encima del estómago. Y el punto de a poco empieza a subir, y otra vez ahí están: las náuseas. 
Y a medida que pasan las noches van cobrando fuerza, y de a poco voy perdiendo las ganas de pelear contra su avance, porque son tan tentadoras como siempre fueron, como siempre van a ser. Porque siento tanta mierda adentro y sería tan fácil simplemente dejarla salir...
Es una guerra contra mí misma que ya peleé mil veces, e incluso cuando decido rendirme no me suelto del todo y gano una batalla más. Pero anoche estaba en una fiesta rodeada de gente, de viejos conocidos con los que repito las mismas escenas, risas y diálogos desde hace varios años. 
Y en la fiesta también había gente desconocida y nueva, pero no era especial. Era la clase de gente desconocida y nueva que se viste mal y si la ves con los ojos entornados es absolutamente gris. La clase de gente nueva que estudia ingeniería o ama salir a bailar, o simplemente es básica, o tal vez es super especial y copada, pero igual en lo que a vos respecta no te mueve un milímetro el piso... la clase de gente nueva que al aparecer y rodearte sólo logra que te sientas más solo. Estando en esa fiesta supe que ya estaba. 
Que el desenlace de mi guerra interna no iba a pasar de este fin de semana. Que a esta altura era conocer a alguien nuevo, o rendirme a volver a vomitar. 
Lo pedí tanto a gritos mentalmente: "Alguien nuevo. Quiero alguien nuevo y no la mierda nueva de siempre que no brilla. Quiero alguien nuevo que importe, porque con lo viejo y conocido me estoy ahogando.", y cuando terminó la fiesta y me fui a dormir a lo de Mr. Fate para escapar un rato más de casa, pensé que había perdido. Porque la chance de conocer gente durante el fin de semana suele terminar el sábado a la noche. Pero a esta altura debería saber:

Paulina exige, el Universo obedece. Yo siempre digo que se rehúsa a dejarme estar sola por más de un mes por razones ajenas a mi propia voluntad. 

Me levanté y me cambié mientras Fate dormía en la cama de al lado y gruñía cada tanto ante mis ruidos. Me acompañó a la puerta y empecé a caminar sola la vuelta a casa. El sol brillaba, hacía calor, pero durante dos o tres cuadras de peatonal el cielo igual llovió sobre mí por ningún motivo aparente. Tenía ropa nueva, y el aura demacrada y extrañamente atrayente de los que caminan el walk of shame de los sábados y domingos por la mañana que en realidad  ya es el mediodía. Y en todo el camino no crucé un solo alma que me llamara realmente la atención. Y durante todo el camino pensé "¿No puede haber un sólo chico lindo al que poder sonreírle que me cruce de frente? ¿Tan difícil es?". Y al cruzar cierta esquina me pareció ver detrás mío a un chico que aparentaba ser lindo, lo miré una milésima de segundo y seguí caminando. 

Lo siento caminar detrás mío, cada vez más cerca, y al final me pasa por al lado, y un segundo antes de estar delante mío me dice en una tonada rara "Te digo algo, tenés un perfume muy suave" y yo me río, y se da vuelta y me dice "En serio, es muy lindo" y la situación es tan extraña. Pensé que iba a morir ahí. Pero ahora caminando por delante mío se da vuelta y me aclara "Ahora la pregunta del millón, ¿Cuál es tal calle?" y yo me río otra vez, la de al lado, le señalo, me cuenta que está yendo a esa calle y el río, va a un asado, está perdido. Me pregunta de dónde vengo yo, "Vuelvo a casa, de la joda de anoche", me pregunta si estoy rota, le digo que no tomé casi nada. Me habla de su cumpleaños, que pasó el finde anterior... yo pienso que tu cumpleaños también pasó el finde anterior. Y me pregunta a dónde estoy yendo, le respondo que a mi casa, me pregunta dónde es, ya está a la vista, la señalo. "Te acompaño", dice. Y obvio, ¿por qué no? Mostrarle dónde vivís a un desconocido que se acerca a hablarte en la calle es algo super lógico y recomendable para hacer. Así que me acompaña hasta la puerta de casa, y me saluda. Y me pregunta mi nombre "Paulina" le digo, me dice el suyo, nunca conocí a nadie joven con ese nombre. Y me saluda otra vez. Y empieza a irse. Y pienso que va a morir ahí, y un poco me lamento de que sea así. Pero vuelve, y me dice "Dame tu número", y yo me río y empiezo a vacilar, pero él me dice con voz segura "No, dame tu número". Y yo le doy mi número. Porque darle tus datos personales a un desconocido que te los pide en la calle a los cinco segundos aproximados de conocerte es algo super lógico y recomendable para hacer. 

Y entro a casa sonriendo. No es una sonrisa voluntaria. Es una sonrisa que realmente necesitaba tener. 
Al rato el desconocido que me habló en la calle me manda un mensaje, yo lo respondo, y cuando avanza la conversación, aunque esperaba que estudiara Ingeniería y amara salir a bailar, descubro que es guitarrista y estudia Composición Musical, me da su nombre completo y descubro también que es mucho más lindo de lo que recordaba. 
Me invita a salir a caminar a la tarde, y yo acepto, porque salir a caminar con desconocidos que te hablan en la calle es algo altamente lógico y absolutamente recomendable para hacer. 
De hecho, cuando ya es 'la tarde' y estamos caminando juntos, uno de sus primeros comentarios es sobre que no toma alcohol, le pregunto por qué, me dice que porque está medicado. Le pregunto:
- ¿Tomás medicación porque sos un psicópata que asesina a chicas que conoce por la calle?
Me dice:
- Sí, el programa de hoy consiste en violarte, matarte y tirarte al río.
- Menos mal, me quedo más tranquila. 

Cosas super lógicas y recomendables para hacer. Pero, ¿sabés? El tema con este desconocido que me habló en la calle en particular, es que sé que Rosario lo obligó a hablarme, y a mí a responderle, y a él a no irse antes de conseguir mi número, y a mí a no quedarme en casa en vez de salir con él. Esa es la clase de cosas que la ciudad me regala porque sabe que creo en el destino y en dejarme llevar por el universo, pero en este caso la dosis de destino y universo fue TAN grande que por primera vez en la vida me nace tener miedo y contenerme en vez de mandarme de cabeza como suelo hacer. Esta vez me da impresión. Conocerlo fue muy fuerte, no me sale explicarlo de otra forma. Fue una experiencia alterante hasta los cimientos, supernaturalmente fuerte.

Porque el flaco me hablaba de su vida (es una máquina de hablar, ponele 2/3 de Alice en escala radio humana) y era una serie interminable de experiencias similares a las mías, a las que puedo relacionarme terriblemente. Al punto "Y una vez amé tanto a una mina que puse ese amor por encima de mi amor propio y terminé enfermandome e internado"...sí. ESE punto. Excepto claro por la experiencia principal que más lo marcó últimamente... esa únicamente happens to be casi una réplica de la experiencia principal que marca al protagonista de la novela que estoy intentando escribir, al principio del libro. 
Experiencia que en su caso vivió con una ex novia llamada Paulina. Osea, ¿qué? Momento, ¿qué carajo estoy viviendo?

Siento que me sacudió todo. No a nivel enamoramiento sino a nivel... todo. Fue una salida tan TAN rara. Como encontrar exactamente lo que necesitaba, pero a la vez me provoca contenerme a morir. La pregunta es, ¿pero el flaco me gusta? Sí... no sé. Es raro. 
Por ejemplo, ya a lo último, cuando habíamos expresado todo lo destinológicamente raro que era habernos encontrado y haber tenido el impulso de seguir hablando y salir y etc, él me abrazó, y al estar abrazados me miró y me dio un beso, y fue un buen beso. Pero me da miedo. La situación me da miedo, porque... lo conocí hoy. 
Y le hablé de mis experiencias recientes de mierda con los flacos y le dije que no es que no tenga ganas de estar así con nadie, o con él. Es que realmente toda la experiencia para mí fue muy rara, y especial, y creo que me hacía falta. Y no quiero sentir que todo eso queda en segundo plano si no pasa algo a nivel físico. Al menos al principio. Después si se da, se dará. Pero me interesa hablarle, y me interesa verlo, y quiero que le interese hablarme y verme aunque no vaya a besarme. Él me dijo que él necesita tener una mina al lado, porque le da tranquilidad a un nivel que nada más le da. Y que habiéndome conocido hoy estando solo no le interesa salir a conocer a otra mina, pero que no crea que es igual a todos los flacos. O que los flacos en general son todos iguales, que si quiero puedo hacer la prueba de ir a dormir a su casa sin que me ponga un dedo encima. Que aunque quiera besarme, le interesa volver a hablar conmigo y a salir y listo. Creo que él sí está en estado 'Ya fue, de cabeza.'.
Cuando llegamos a la puerta de casa me iba a besar en la boca para saludarme, y yo me corrí, y le pedí que no me besara, y él me abrazó, y me dio un beso en la mejilla. Y yo entré a casa a temblar y tener un leve ataque de ansiedad histérica. 

Mi mejor amiga me preguntó si es miedo del que hace que tiemble el cuerpo, me dice que ese miedo es el que provoca un flaco que te mueve en serio. Le digo que sí, que es esa clase de miedo. Pero que es raro. 
Es raro porque estoy muy enamorada de R. Con esa clase de amor renovado y más fuerte que nunca, que no parece ir a extinguirse de acá a un futuro cercano. 
Este flaco no me provoca lo que Histeria, ese "Capaz si le meto onda a lo que me provoca este pibe me enamoro". Este flaco no me provoca... nada que alguien me provoque normalmente. Ni enamoramiento ni rechazo ni atracción ni... nada así de explícito. Lo único ligeramente similar a esto es lo que tuve con Blackjack. Con la diferencia de que Blackjack era un desconocido al que conocí de forma mucho más extrema y con mucha menos chance de volver atrás. 
La sensación es que creo que quiero ser su amiga, y  si después lo siento quiero estar con él, y si después lo siento quiero salir con él, y si después lo siento quiero enamorarme de él... pero en este momento no quiero proyectar nada, ni forzar nada, ni fingir nada que no sienta. Y además está ese temita de la enfermedad... que me hace verlo frágil. Me asusta la sola idea de tocarlo y hacer que duela dentro suyo. Todo es de película. Todo es raro, destinado y raro.
Todo me incomoda a la vez que me atrae. Y creo que no me gusta su voz. Y creo que no me convence físicamente, y después veo sus fotos y creo que me fascina físicamente. Y creo que no quiero verlo nunca más, y creo que quiero volver a verlo mil veces... y de verdad sé que necesito irme a dormir. 

Por fin el Universo logra presentarme a alguien que de tan sincero y transparente, me resulta imposible de asimilar. Sinceramente no sé si eso me cura o me enferma.

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