Logro por una vez que se escape conmigo. Huyendo de amigos enamorados, de ex parejas, de acosadores, de histéricos eternos, de amigos reales, de amigas ebrias, de amigos suyos que no pueden saber. Nos metemos en un taxi, está ebrio como el solo, habla sin preocuparse por lo que escuche el conductor (hizo tantas cosas sin preocuparse en la pista...), me pregunta a dónde lo llevo, le digo que no sé bien, quiero conocer mi terraza y quiero hacerlo con él.
La vista... la vista es perfecta. Ya sería hermosa si subiera a verla sola, pero con él en mi campo visual es sublime. En el mejor momento de su abrazo, cuando mi cuerpo no da más y sé que no puedo gritar ahí, siento que voy a perder la calma y largarme a llorar en cualquier momento. Pero no lloro. Espero, sonrío.
Vemos sobre el agua cómo la noche se hace día, "Qué vamos a hacer?" pregunta, le digo que por de pronto, ver a un sol gigante amanecer sobre el río, y eso hacemos. Apoya su cabeza en la baranda y me cuenta que consiguió un trabajo nuevo al que tiene que ir de traje y corbata, le acaricio el pelo y lo miro con devoción, le pregunto si le van a pagar por ser lindo en traje, si su trabajo consiste en eso, ponerse el traje y ser lindo, y sonríe con resignación.
- Te gusto - dice, no llega a ser una pregunta.
- Sí.
- Te gusto mucho.
- Sí.
- Eso es peligroso...
- ...sí.
Y le pregunto, "Querés que te cuente por qué te trato mal a veces?" y me dice que sí, divertido. Le cuento una historia muy larga en forma muy resumida, le hablo de drogadictos, de divorcios paternos, de amores nuevos por amantes viejos, de fiestas, de discusiones, de viajes... de enfermedad y hospitales, de estar vacía y rota, de no encontrar esperanza, de haber sentido que nadie, nunca, me iba a volver a provocar nada... le cuento una historia sobre él. Sobre cómo cuando me destroza, me destroza en serio y duele... pero se siente. De cómo cuando me hace bien, me hace reír en serio, y se siente. De cómo eso me aterra. De cómo eso me lleva a tratarlo mal, insultarlo, ignorarlo, evadirlo, agredirlo... todo con tal de sentir que sigo teniendo el control... "Cosa que es totalmente mentira..." le aclaro "...no lo puedo controlar."
Y él me dice que nunca quiso destrozarme. Que me ofreció estar así conmigo porque creyó que por cómo era yo, o por cómo me veía él al menos, no me iba a pasar a mí, no me iba a enganchar así, no iba a dejar que me afectara... pensó que yo no me enamoraba nunca, y le digo "Es que todo eso es verdad... pero con vos no", 'Conmigo no'.
Y toma aire, puedo anticipar lo que va a venir, empieza a dolerme desde antes de que él abra la boca. 'Paulina...' empieza, '...no creas que solo me importa satisfacernos, no... vos me gustás, no me da igual, pero...' y sabe que ya no puede seguir sin decirlo: 'Pero sos sólo una diversión.'
Y dejo que esa frase se hunda como un barco perdido dentro de mí, y experimento con calma los horrores del naufragio. 'Ya sé que suena horrible dicho así....' "Sí, duele bastante." 'Decirlo también.' responde, y sé que lo dice en serio, le duele en serio. Lo sé porque yo misma sentí eso mil veces, querer corresponderle a alguien, saber que se lo merece, y no poder... simplemente no sentirlo, y no poder. 'Y te equivocás... cuando decís que no amo a mi novia, te equivocás.' Me quedo callada un rato eterno, mi cabeza recostada sobre mis brazos cruzados sobre la baranda, mirando al río volverse cada vez más brillante a medida que sube el sol, dejando cada vez más fuera de lugar a la luna que sigue ahí en el medio del cielo como si no se resignara a irse.
Me quedo callada tanto tiempo y en tanta paz que me pregunta qué estoy pensando. "Intento... asimilar..." empiezo, y ahí sí se me quiebra la voz, y se me aguan los ojos, pero me esfuerzo por tragarme las lágrimas y bajar el nudo que se me armó en la garganta: necesito hablarle bien, decirle todo ahora. Pensaba que iba a estar rota y devastada en una situación así, pero en cambio estoy dejando que se asiente esa verdad en mí, el tener una respuesta definitiva, así sea la peor posible, de a poco me empieza a dar calma. Quiero aprovechar esa sensación, el pequeño arranque de fuerza que tengo en la voz justo ahora que se están drenando de mí tantos meses de ansiedad y duda contenidas: "Intento asimilar el hecho de que estoy enamorada de vos, y vos no sentís lo mismo por mí, y no hay nada que pueda hacer para cambiar ninguna de las dos cosas."
Ahora es él quien me acaricia el pelo y me abraza... creo que necesita darme consuelo de alguna forma, y un poco sirve, un poco también duele más. "Sé que no es culpa tuya, ni mía... pero igual es un garrón." 'Exacto.' me dice... 'Decís que estás enamorada...' "Sí." 'Qué querés hacer ahora? Con nosotros.' "No sé... ya no podemos mirar al sol de frente, porque quema." 'No... ya no, deberíamos decidirlo en serio. Deberías, yo quiero que elijas lo que sea mejor para vos, y que eso sea una decisión en serio.' "Por qué?" Le pregunto. "Ahora me siento bien, mucho mejor de lo que esperaba, pero no sé cómo me voy a levantar mañana, o como voy a estar en unas cuantas horas. Tal vez decido algo ahora que no me gusta después. Y por qué debería ser así? Nadie te apura, quién te corre? ...Supongo que lo mejor que puedo decirte es que, si tenemos ganas de vernos, nos veamos, y sino no." 'Bueno...' me dice '...eso es en realidad lo que yo propuse desde el principio.' y le digo que no es del todo cierto, que yo no llegué a confundirme así porque él fue terriblemente claro siempre.
Lo discute, pero no puede negar cada ejemplo que doy de sus actitudes ambiguas, enumero muchas de ellas, y sus excusas son débiles y con todo, nos hacen reír. "Decís que sé que tenés novia desde el principio, pero eso ni siquiera lo sé gracias a vos, me lo dijo alguien más porque vos te hacías el langa soltero conmigo." se hace el indignado, me hago la indignada incluso más, le digo "Vos, venías de decirme que no te ibas a Buenos Aires por tus amigos y familia, no por ella." 'Claro que no! Una mujer pasa, los amigos y la familia son para siempre.' y me río "Wow, eso suena terriblemente como algo que diría alguien enamorado de verdad." intenta emparcharla diciendo que si se fuera a vivir a cualquier lugar del mundo sería con ella... no sé si le creo.
Gran parte de mí sigue viendo toda su ambigüedad, todas sus contradicciones y omisiones. Gran parte de mí sigue sintiendo la forma en la que me toca y me mira, lo mucho que su mirada se parece al amor. Pero sé mejor que bien, por experiencia, que no puedo seguir guiándome por eso en las sombras. Que es mejor aceptar que se apaguen todas las luces, a perseguir eternamente alguna llamita lejana y dudosa. Acepto sus palabras, me resigno a que está bien: Soy una diversión, y nada más, ama a alguien más.
Si eso dice, debe ser así.
Yo no quiero ser con él como mi mejor amigo es conmigo. No quiero hacerlo sentir culpable siempre por no estar enamorado de mí. No es su culpa, si yo pudiera elegir, capaz tampoco lo querría. Pero no elijo, y él no elije, yo lo quiero, él no me quiere, c'est la vie.
'Pauli, me voy' dice por cuarta o quinta vez, y por cuarta o quinta vez, finalmente, resisto el impulso de responderle "Quedate conmigo". Sé que ya no lo puedo decir, sé que ya no le puedo exigir nada, pedir nada. Ya me dijo cuánto tiene para dar, y sólo me queda decidir cuánto de eso puedo recibir.
Los dos coincidimos en que prohibirnos volver a estar juntos sólo nos va a dar más ganas de hacerlo, de qué nos sirve esa tortura? Cuánto me va a rendir extrañarlo, si lo voy a querer de todos modos? Sus besos siguen siendo perfectos, sus abrazos cálidos, sus caricias sedantes, sus chistes graciosos, cambia algo de cómo me afecta todo eso si sé que nunca va a ser mío?
Un poco sí, seguro... pero creo que no lo suficiente como para resignarlo. Tal vez simplemente necesito que prometa ser mi amigo siempre que no estemos solos. Tal vez necesito a un amigo más de lo que necesito a un novio. Todavía me siento sola, y si algo no cambió, es que aún no hay mejor compañía que él.
Every word that he says is a dagger in me! In my life, there's been no one like him anywhere, anywhere, where he is... If he asked, I'd be his ♪
domingo, 22 de diciembre de 2013
viernes, 6 de diciembre de 2013
Y otros solo lloran, buscando sus palabras, y su respuesta causa más temor... ♪
Casi todas las veces que veo a mi perro chiquito me río, creo que nunca me voy a acostumbrar a lo lindo y ridículo que es. Cada vez que veo a un golden se quiebra algo dentro mío, sé que nunca me voy a acostumbrar a que mi perro grande esté lejos.
Empiezo a creer que sacás lo peor de mí. Porque no soy celosa, ¿sabés? No creo en la monogamia, me repugna la idea de que alguien cambie sus amistades por mí, jamás exijo nada que a la otra persona no le surja darme por voluntad propia, usualmente me limito a vivir cada experiencia tal y como viene, a sacar lo mejor posible de toda relación que nazca en mi vida, a dejarla terminar cuando tenga que terminar. No soy de acelerar las cosas, suelo confiar ciegamente en el Destino, siempre espero a que señales incuestionables del Universo me indiquen avanzar. No hago inversiones con la gente: doy lo mejor de mí desde el principio sin esperar nada obligatoriamente a cambio. No me gusta mentir: siempre aclaro a todo chico mis intenciones últimas para con él antes de que haga tiempo para confundirse. No me gusta que nadie coarte por mí relaciones que todavía tienen mucho para dar. No sé qué seré para la moral socialmente aceptada y reconocida como respetable, pero soy un modelo vivo de mis principios, soy el ejemplo a seguir de la comunidad en la que quiero vivir en el futuro.
Y vos me arruinás.
Cada célula de mi cuerpo te cela involuntariamente. Odio que tengas novia, odio que no me elijas, odio que no estés conmigo -sólo conmigo-. Cada vez que una de tus fans... perdón, 'amigas'... perdón, amigas (y mis dedos duelen al tipearlo bien) te toca para hacerte masajes o abrazarte o colgarse de tu cuello, en lo más hondo de mí se aviva un instinto asesino que creía reservado para gente muy distinta. Quiero pedirte explicaciones todo el tiempo, quiero que me quieras, quiero que lo grites. Quiero que las cosas con vos se den como las soñé. Quiero que actúes como yo lo necesito. Quiero que se termine ya o no se termine nunca. Quiero que te decidas ahora y que me lo informes ahora, quiero que esa decisión esté bien. Me cuesta tanto darte sin saber si voy a recibir a cambio... incluso cuando sos mejor conmigo de lo que soy con vos, me cuesta horrores soltarme y cambiar de actitud. El miedo me paraliza cada vez que intento hablarte de lo que quiero que haya entre nosotros, te vivo confundiendo. Quiero que cortes con ella ya. Para la moral socialmente aceptada debo estar sólo ligeramente errada en este momento, casi perdonable. ¿Pero para mí? Así no me soporto. Me frustro y desilusiono de mí. Mis conciudadanos inexistentes e imaginarios del futuro seguro se averguenzan de mí, y con razón.
¿A esto le llaman amor? Es lo más básico y detestable de la naturaleza humana: Egoísmo. ¡¿Por qué no estás conectado?! Individualismo. ¿Qué estás haciendo? Megalomanía. ¿Con quién estás? Patetismo. Te quiero ahora conmigo. Te quiero en mi cuarto. Te quiero en mi cama. Mierda, ¿por qué no estás?.
Y vuelvo a llorar. Deseaba tanto llorar por alguien nuevo... ahora creo que extraño el dolor conocido por alguien predecible. Te prometo a vos por respeto pero sobre todo a mí por mí (?) que si algún día te decidís a ser medianamente decente conmigo, si me elegís, si te la jugás, si te enamorás... VOY A SER MEJOR QUE ESTO.
Ah... y después claramente está eso: La parte en la que sigo con vos, aún semi-convencida de que me estás usando, de que te importo mucho menos que la opinión de la gente, de que deshacerte de mí te da igual. De que sigo siendo tu muñeca obediente por muy mal que me haga... de que yo sí te elijo, yo sí te quiero, yo sí estoy con vos. La parte en la que estoy atrapada en esta situación y ni siquiera puedo decir con seguridad que sea por voluntad propia a nivel consciente, porque... es algo más que la consciencia lo que me impulsa hacia vos, son unas ganas que parecen más viejas que el mundo.
Quiero que ya haya pasado este fin de semana, y haber salido lo más ilesa posible de todo cuanto en él me ocurra. Quiero... quiero dejar de pensar en lo que quiero, y que inmediatamente pegado a la idea de querer algo aparezcas vos.
Empiezo a creer que sacás lo peor de mí. Porque no soy celosa, ¿sabés? No creo en la monogamia, me repugna la idea de que alguien cambie sus amistades por mí, jamás exijo nada que a la otra persona no le surja darme por voluntad propia, usualmente me limito a vivir cada experiencia tal y como viene, a sacar lo mejor posible de toda relación que nazca en mi vida, a dejarla terminar cuando tenga que terminar. No soy de acelerar las cosas, suelo confiar ciegamente en el Destino, siempre espero a que señales incuestionables del Universo me indiquen avanzar. No hago inversiones con la gente: doy lo mejor de mí desde el principio sin esperar nada obligatoriamente a cambio. No me gusta mentir: siempre aclaro a todo chico mis intenciones últimas para con él antes de que haga tiempo para confundirse. No me gusta que nadie coarte por mí relaciones que todavía tienen mucho para dar. No sé qué seré para la moral socialmente aceptada y reconocida como respetable, pero soy un modelo vivo de mis principios, soy el ejemplo a seguir de la comunidad en la que quiero vivir en el futuro.
Y vos me arruinás.
Cada célula de mi cuerpo te cela involuntariamente. Odio que tengas novia, odio que no me elijas, odio que no estés conmigo -sólo conmigo-. Cada vez que una de tus fans... perdón, 'amigas'... perdón, amigas (y mis dedos duelen al tipearlo bien) te toca para hacerte masajes o abrazarte o colgarse de tu cuello, en lo más hondo de mí se aviva un instinto asesino que creía reservado para gente muy distinta. Quiero pedirte explicaciones todo el tiempo, quiero que me quieras, quiero que lo grites. Quiero que las cosas con vos se den como las soñé. Quiero que actúes como yo lo necesito. Quiero que se termine ya o no se termine nunca. Quiero que te decidas ahora y que me lo informes ahora, quiero que esa decisión esté bien. Me cuesta tanto darte sin saber si voy a recibir a cambio... incluso cuando sos mejor conmigo de lo que soy con vos, me cuesta horrores soltarme y cambiar de actitud. El miedo me paraliza cada vez que intento hablarte de lo que quiero que haya entre nosotros, te vivo confundiendo. Quiero que cortes con ella ya. Para la moral socialmente aceptada debo estar sólo ligeramente errada en este momento, casi perdonable. ¿Pero para mí? Así no me soporto. Me frustro y desilusiono de mí. Mis conciudadanos inexistentes e imaginarios del futuro seguro se averguenzan de mí, y con razón.
¿A esto le llaman amor? Es lo más básico y detestable de la naturaleza humana: Egoísmo. ¡¿Por qué no estás conectado?! Individualismo. ¿Qué estás haciendo? Megalomanía. ¿Con quién estás? Patetismo. Te quiero ahora conmigo. Te quiero en mi cuarto. Te quiero en mi cama. Mierda, ¿por qué no estás?.
Y vuelvo a llorar. Deseaba tanto llorar por alguien nuevo... ahora creo que extraño el dolor conocido por alguien predecible. Te prometo a vos por respeto pero sobre todo a mí por mí (?) que si algún día te decidís a ser medianamente decente conmigo, si me elegís, si te la jugás, si te enamorás... VOY A SER MEJOR QUE ESTO.
Ah... y después claramente está eso: La parte en la que sigo con vos, aún semi-convencida de que me estás usando, de que te importo mucho menos que la opinión de la gente, de que deshacerte de mí te da igual. De que sigo siendo tu muñeca obediente por muy mal que me haga... de que yo sí te elijo, yo sí te quiero, yo sí estoy con vos. La parte en la que estoy atrapada en esta situación y ni siquiera puedo decir con seguridad que sea por voluntad propia a nivel consciente, porque... es algo más que la consciencia lo que me impulsa hacia vos, son unas ganas que parecen más viejas que el mundo.
Quiero que ya haya pasado este fin de semana, y haber salido lo más ilesa posible de todo cuanto en él me ocurra. Quiero... quiero dejar de pensar en lo que quiero, y que inmediatamente pegado a la idea de querer algo aparezcas vos.
domingo, 1 de diciembre de 2013
Please, stay! I wanna hear you play the small time blues... that's all we've got tonight... ♪
Hay por ahí circulando hace varios años en la red un texto que reza 'No te enamores de una chica que lee'. Yo leo, siempre leí, siempre voy a leer. Sé que no es fácil enamorarse de mí, sé que duele. Pero con los años comprobé que en realidad, nada duele más que ser una chica que lee y enamorarse.
Los libros me entregan a veces personajes de los que me enamoro sin remedio, los amo con devoción, les entrego un lugar en mi corazón sabiendo que viviendo ahí dentro son libres de hacer destrozos irreparables. Y después de amarlos sufro con ellos, por ellos, me desespero en la necesidad de que vivan bien y sean felices, o mueran dignamente y con la mayor altura posible. Ningún amor nuevo borra a los anteriores.
Creo que, de entre todos los seres de tinta a los que conocí, Harry fue mi primer amor.
Supongo que tuve suerte: con él entendí muy rápido que amar a seres inexistentes iba a ser desgarrador, ¿cuántas veces lloré por él? Cientos. Si cuento las releídas: miles. Por supuesto me enamoré también de Sirius, y de Fred, pero eran amores relativamente tolerables, devastadores sí, pero posibles de superar. La primera vez que leí 'Harry Potter y la Piedra Filosofal' tenía al rededor de nueve años. Hoy pasaron más de diez, y lo sigo amando. Mi amor por él es la clase más noble de amor: porque sé que en su mundo está felizmente casado y tiene hijos con otra chica que no soy yo, y, lejos de lastimarme, me alegra profundamente el alma (eso se debe claro, a que eligió a la misma chica que yo elegí para él desde el principio).
En diez años de lectura desde ese primer amor, me enamoré muchas veces: del Will de Lyra y lloré mucho su tragedia, porque ella era la indicada para él, del Grifo y no quise mucho a su esposa, de Lemony y su irreparable karma de estar vivo sin la chica que creó tanta genialidad a partir de una elección tan errónea... a veces amo mucho al hijo de ella, también lo sigo amando a él. De Davos, de Robb, de Jaime, de Tyrion, y por sobre todos, de Jon Snow.
Jon, por el que lloré tantos ríos salados que mi perro de orejas largas subió una escalera para buscarme y tumbarse a llorar conmigo. Jon, al que sigo llorando hasta nuevo aviso. Cuando era chica y estúpida, claro que amé también a Edward, lo amé tanto que mi imágen mental de él nunca jamás se va a borrar por muchas veces que vea a Robert Pattinson intentando encarnarlo. Hasta ahora no superé del todo a ninguno de mis amores literarios, pero a él sí, y cuando dejé de ser chica y estúpida, empecé a amar a seres mucho más oscuros: señoras y señores, con ustedes, el doctor Hannibal Lecter.
El podio siempre se mantuvo, Lemony al frente, Jon detrás, Jaime y Harry en lucha pareja por el tercer puesto... y entonces llega Peeta.
Peeta y sus ojos azules, a juego en mi vida con el chico de ojos verdes: llegan con la misma voluntad de arrasar con todo lo previamente conocido, con toda mi creencia de que ya no podía amar ni en la vida ni en la ficción a nadie nuevo con tanta fuerza. Peeta me desgarra el corazón con toda su perfección mental, emocional y estética, porque al leerlo lo amo: Lo amo tanto que necesito que sea real, y sea mío, pero no va a ser así.
Y me enojo con todos los hombres que conozco porque no son como él. Me enojo con todos los hombres que pasaron por mi vida y por el mundo, sin siquiera llegar a comparársele... y pienso: ¿Quién? ¿Quién podría jamás alcanzar ese nivel de dulzura y entrega al amor por una chica? ¿Quién, conservando su humor sarcástico y su capacidad de decir la palabra justa, en el momento justo? ¿Quién intentando que todos se sientan lo mejor posible? ¿Quién lo suficientemente especial como para estar loco y valorar cosas tristes, sin perder la alegría ni la inocencia? Y un día, mientras leo, simplemente caigo en la cuenta: Antes de convertirse en mi karma hecho a medida, antes de aprender a desviar de mí sus ojos negros, antes de forzarse a odiarme, antes de que yo lo lastimara hasta arruinarlo, antes de que luchara contra sus ganas de mí hasta mutar en la peor versión de sí mismo, antes, cuando éramos chicos y felices: él era así.
Me pregunto si alguna vez lograré perdonarme por haberlo perdido en todos los sentidos posibles (perdido, echado a perder). Me respondo que no. La vida no da oportunidades así dos veces. El mundo no fabrica chicos como él de a más que uno entre mil, entre un millón, entre todos los demás. Me acuerdo de que logré dejar de amarlo cuando entendí que ya no iba a volver, por mucho que a veces pareciera resurgir de entre las sombras de su personaje nuevo.
Peeta es feliz porque es mejor que todos nosotros y que todos ellos, yo aún sufro por él, porque ella no se lo merece, como yo no merecía a mi versión hecha a escala por la realidad.
Estoy siendo consumida cada día un poco más por el sentimiento incuestionable de enamorarme de alguien nuevo: Mi partenaire improvisado todavía baila improvisadamente conmigo, y juro que cuando me toca creo que nunca voy a querer volver a bailar con nadie más que él. Por mucho tiempo creí que era hermoso y vacío, después, que era uno de esos personajes de libro: inalcanzable por ser mucho mejor persona que yo, hasta que entendí que no, y me enamoró más. Somos tan parecidos que duele. Coincidimos hasta al opinar sobre nuestras diferencias. Nos parecemos en cosas en las que nadie que conozca querría parecerse a mí. Lo siento lejos, lo quiero cerca. Se parece a mí al punto de que sé que no tengo idea de quién es y me desquician las ganas de averiguarlo. Se parece tanto a mí que puede jugar conmigo y hacerme mal.
Estoy muy cansada de todos mis días tal cual vienen siendo, tal cual van a ser por una semana más, 'es el último esfuerzo' y no encuentro ganas ni de afrontarlo. Quiero dejar de ensayar, quería dejar de hacer todo lo que estaba haciendo excepto de leer, y eso claro, es lo único que ya terminé de hacer. Quiero volver a sentirme dueña de mi vida y de mis horarios. Quiero volver a sentirme feliz y realizada. Quiero volver a desear un público familiar perdido en la multitud. Quiero que pase la última función y ya ni siquiera me interesa si sale bien o mal, si me van a ver o no, si hago mi parte al 100%, lo único en lo que puedo pensar con cada día que pasa de largo y me acerca más a ese momento, es que él va a estar en el escenario conmigo, y ella en la platea.
¿Por qué?
¿Por qué ella?
¿Por qué no la deja?
¿Por qué no me elije?
¿Por qué no estamos juntos de verdad?
¿Por qué no hace lo que él quiere cuando yo se lo pido?
¿Por qué no está conectado ahora si yo no doy más de extrañarlo?
¿Por qué no me alejé de él en cuanto empezó a provocarme un poco de dolor?
No sé por qué, y ella va a estar en la platea.
Extraño a Peeta desde que empezó a convertirse en un recuerdo, ya no voy a leer palabras nuevas de su boca, sólo queda releerlo. Y lo extraño a él desde que nunca lo tuve, hasta que por fin lo tenga para mí. Extraño todos los sueños e ilusiones con los que arranqué este año, no recuerdo si alguno sigue en pie. Extraño no sentirme rota y triste, no recuerdo cuándo fue la última vez... Extraño demasiado a mi perro, al grande, al que es dorado brillante y opaca todo cuanto queda cerca de él (aunque el enanito también me consuele como el otro cuando lloro al leer). Extraño sentir que tengo un lugar en el mundo, incorruptible y mío. Extraño hacer las cosas con ganas reales y no fingidas. Lo extraño a él. Una y otra vez lo extraño a él incluso cuando lo tengo en frente. Siempre que no estemos solos, lo extraño a él.
Extraño la chance inventada en la que nací estúpida y mediocre, con sueños de fácil resolución por ser casi tareas a cumplir, sin pasión ni talento algunos, sin calor en las venas, sin visión potencial, sin dudas, sin misterios, sin defectos sociales, sin amores amorales, sin ideas atemporales, sin estas ganas furiosas de comerle la boca, sin insomnio, sin dolor en todo el cuerpo por bailar, sin los ojos hinchados por dormir poco, leer mucho y llorar más. Sin principios, sin ideales, sin miedos, sin capacidad de cuestionarme en vez de dar todo por sentado, sin nada de lo que me hace ser yo, porque ser yo a veces es insoportable.
O tal vez no, tal vez ser yo está bien, y lo que es insoportable es que mi mundo no sea como yo lo quiero.
Tal vez el problema no soy yo en el escenario sino ella en la platea.
Tal vez el problema no soy yo en el escenario sino ella en la platea.
Tal vez el problema no es ser como soy.
Tal vez, después de todo, no está mal ser una chica, y leer, y enamorarme.
Tal vez el problema es que él sea un chico, y lea, y no se enamore de mí.
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