- Sos un poco más valiente de lo que me gusta bardearte (?
- Me bardeas mucho :P
- Te lo merecés. También te lo merecerías si te dijera algo lindo de vez en cuando... pero olvidate, soy yo (?
-No me merezco ninguna de las dos cosas y punto. Me voy a sacar la perra, vuelvo y me voy.
- Por suerte para mí, no depende de vos... Por suerte para vos también, en realidad. Si solo dependiera de vos lo que te merecés de golpe perderían sentido varios siglos de lógica católica, caería el sistema educativo, se aboliría el mercado laboral, y yo me convertiría en una muñeca de plastilina sin capacidad alguna de molestarte o hacerte sonreír.
- Me hacés reír, así que la lógica católica, el sistema educativo y el mercado laboral pueden quedarse donde están.
- Mejor, si no tuviéramos un sistema contra el que enojarnos, nos moriríamos de pena todos los artistas. Me voy a leer, y a dormir. Y deberías hacer lo mismo.
- A esa voy.
- Buenas noches, *y acá le dedico un apodo estúpido y personal*, duerma bien.
-Adiós, Paula Rose *ese es mi propio apodo estúpido y personal*
En serio me acuesto a leer, un capítulo entero, son casi las 3am, hoy hablamos por chat durante casi diez horas en continuado. Discutiendo, riendo, histeriqueando, debatiendo sobre la inmensa cantidad de gustos y experiencias que tenemos en común. Eventualmente tuve que explicarle mi semana de fuga del mundo real. Y me escuchó, y se indignó conmigo por injusticias varias. Y en algún que otro momento quiso pedirme ser realistas, pero no lo dejé, porque si bien era domingo, al menos era uno fuera de la realidad.
Le dije que era libre de ser irreal conmigo, si así lo quería. Le dije muchas cosas, y me dormí pensando en todas las que no.
Le dije que era libre de ser irreal conmigo, si así lo quería. Le dije muchas cosas, y me dormí pensando en todas las que no.
Y hoy me desperté de nuevo en la vida real, no fue tan terrible. Las cosas se solucionan, a veces de la forma más dolorosa posible, pero se solucionan. No sé si alguna vez voy a volver a hablar con mi mejor amigo. No sé dónde voy a estudiar el año que viene. No sé cómo me va a ir cuando me suba a esos escenarios. No sé si algún día él se va a volver a animar a mí. Pero sigo, intentando sentirme lo mejor posible con todas esas incertidumbres a cuestas. Intentando bailarles y cantarles encima. Intentando sonreír.
El Universo pone una a mi favor, y se confabula para que la gente se distraiga y me entretenga por el tiempo suficiente como para terminar saliendo de la escuela y caminando media cuadra, en el exacto momento en el que él aparece en la esquina hacia la que me dirijo. Verlo aparecer entre la gente me corta el aire, me deja el cerebro casi en blanco. Tan, pero TAN lindo, más que nunca, de ser posible, de alguna forma se supera solo en su inalcanzable perfección. Y en cuánto lo reconozco sólo puedo ver sus ojos, tan, tan verdes. Nunca nadie en la historia de la humanidad tuvo los ojos tan verdes. Y su pelo, tan cuidadosamente despeinado. Y cuando me saluda, cuando pone una mano en mi hombro y la deja ahí un segundo más de lo estrictamente necesario, cuando su piel entra en contacto con la mía... pierdo toda capacidad de encanto, me fuerzo a estar tan callada como pueda, porque no confío en lo que pueda salir de mi boca si le llego a hablar. "Cómo estás? Mejor? Bienvenida al Mundo Real!" me dice, y sonríe... bienvenida pues... y me pregunto de dónde saqué la fuerza necesaria para vivir durante 6 días enteros fugada de un mundo donde existe esa sonrisa, y me sonríe a mí.
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