"Me encanta cómo soy, pero me está matando." me dijo Blackjack, y fue la última frase decente que escuché salir de su boca, justo antes de pegarle un tiro en la frente a mi imagen mental de él. Justo antes de asesinarlo en mi memoria para dejarlo fuera de mi Universo.
No quiero saber nunca más nada sobre él, o sobre ninguno de sus amigos... mis amigos.
Algunos eran mis amigos incluso antes de ser suyos. Pensar en él me da nauseas, en ellos también, pensar en nosotros, más. Pero con esa frase en particular, hoy me siento identificada. No puedo dejar que mi forma de ser me mate de nuevo, no tan rápido, no quiero volver al hospital, y estaba muy cerca... Pone a la rutina en lista de espera.
Congela todos sus problemas y preocupaciones. Se deja colapsar, y estar triste, y ser libre.
La semana que viene va a tener que volver al abrazo inevitable de las ataduras asfixiantes de todas sus pasiones. Va a volver a las clases, a no faltar nunca -sea ir obligatorio o no-, va a volver a ahogarse en el brillo tortuoso de sus ojos verdes, verdes como la luz que indica avanzar, mientras el resto de él le corta el paso. Va a volver a su adicción por los escenarios, y por la danza. Al dolor, a las desilusiones, a la decepción, a los momentos brillantes.
La semana que viene va a volver, pero esta no. Esta semana se va a escapar, sin dar explicaciones, porque se lo merece. Porque no se merecía todo lo demás.