Yo solía ser valiente, a niveles idiotas, impulsiva. Yo solía arriesgarme a cualquier precio. Yo solía ser tanto más segura de mí. Seguidora devota de Oscar Wilde, decía que hay que vivir la vida con pasión sin importar el costo emocional que eso conlleve. Yo solía golpearme de lleno contra la misma pared tantas veces y con tanta convicción que al final ella se rompía y yo no, yo seguía adelante. Yo solía acostarme con cualquiera que me gustara físicamente, porque creía que la vida sólo vale la pena si se vive con dolor y con orgasmos. Yo solía enamorarme y dejar todo, todo de mí. Yo solía amar en forma tan absoluta y violenta que me moría por amor todos los días. Yo vivía al amor como al arte, con todo lo que tenía para darle, buscando siempre dar un poco más. Yo solía suicidarme emocionalmente por toda cara que me volara la cabeza. Yo solía darle la bienvenida a los problemas, porque con ellos siempre vino la diversión. Yo solía no dudar. Yo solía entregarme por completo, sin reservas, con todos los miedos quemando en carne viva pero sin ninguna intención de dejarlos dominarme. Yo solía recibir al dolor como una prueba de que estaba viva. Yo solía ser mejor. Yo solía decir que no importa, no importa quién te guste o por qué, no importa lo mal que te caiga, si te gusta, nunca importa. Yo solía predicar mi valentía entre los cobardes, yo solía romperme, armarme y seguir. Siempre seguir. Yo solía no frenar nunca si tenía a la pasión de cara frente a mí.
¿Sabés cuál es el problema de vivir dispuesta a romperte? Que un día los pedazos son tan chicos que ya no encontrás la forma de volver a ponerlos donde iban. Un día me desperté tan quebrada que no me pude levantar. Pero cada vez que se me presentó la oportunidad, elegí seguirme rompiendo. Y un día el dolor dejó de encontrarme en forma de ojos verdes en algún rincón de la peatonal. Y un día no mucho después de ese día, en la misma peatonal, te encontré a vos.
Yo debería haberte conocido antes.
Cuando te vi por primera vez, te reconocí entre 200 personas. Te elegí. Pedí volver a verte. Paulina exige, y cuando lo hace con absoluta honestidad, el Universo obedece. Yo me animé. Creí que estaba siendo tan valiente como siempre. Pero en el segundo en que te tuve, cuando llegaste a tocarme, se abrieron todas las grietas, quedaron a la luz todas las cicatrices, dejaste en evidencia hasta qué punto estoy rota. Estoy rota. Y ya no soy valiente. Pero cuando pasa el pánico, cuando me enfrío, todavía intento serlo. Perdón.
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