La primera vez que él la amó ella lo vio en su mirada y se asustó. La primera vez que ella lo amó ninguno de los dos supo qué hacer.
La primera vez que lo besó él desvió la mirada y le juró que tenía ganas de llorar, y ella supo que él vivía para ella. La primera vez que la besó, mucho tiempo después, no le pidió permiso, desde entonces nadie sabe si ella vive para él.
La primera vez que él la esperó tuvieron que pasar tres años, y aunque a veces la tuvo, nunca supo ser de él. Ahora ella lleva casi un año esperándolo, y aunque a veces lo tuvo, sólo cuando la tiene en frente se permite ser de ella.
La primera vez que el enojo lo hizo pasar semanas sin hablarle, ella le apostó su voz en un partido de pool, jugaron muy parejo, y aunque él ganó, no le dejó de hablar. La primera vez que el enojo la hizo pasar semanas sin hablarle, las semanas fueron meses -es mucho más fría que él- y sólo le dio tregua para dormir a su lado alguna que otra vez.
La primera vez que ella lo dejó lloraron los dos, y él la corrió cinco cuadras para decirle que la amaba, que no se resignaba a perderla, una última vez. La primera vez que él la dejó sólo ella lloraba, le pidió que no la tocara, porque así el dolor quemaba mucho más en su piel, pero él la abrazó igual, y ella lo miró irse, sin dejar de amarlo, sin resignarse a perderlo, pero sin correr.
La primera vez que ella le mintió él se dio cuenta, pero prefirió creer. La primera vez que él le mintió ella se negó a creerle, todo el mundo le creyó, pero ella miente mucho mejor que él.
La primera vez que ella estuvo con alguien no se lo dijo a casi nadie, para que él no se enterara y se quisiera morir, pero él lo supo igual, sin que se lo dijera nadie, cuando alguna parte de él se murió. La primera vez que él estuvo con alguien ella lo miró a los ojos para decirle "te quiero" y él, sin calmarse del todo, le respondió que él también.
La primera vez que él viajó al mar para verla el día les pareció fuera del tiempo y del espacio. La primera vez que ella viajó al mar para verlo eran más grandes, fue la noche la que se perdió.
La decimocuarta vez que un patovica le dijo que se fuera a casa, que estaba perdiendo la noche en la fila de un boliche al que no iba a entrar porque las puertas no se iban a reabrir, ella esperó mil horas más, muerta de frío y de sueño, y cuando finalmente entró lo buscó desesperada entre la gente, lo encontró entre 800 personas y cuando él la vio le dedicó la misma sonrisa que le sale siempre que la ve y no la esperaba: involuntaria.
Ella escribe en su blog cosas que él no va a leer. Él fuma cigarrillos en su nombre, y cuando termina un paquete, debajo de los restos de tabaco queda el papel aluminio, pero a su lado no hay nadie que lo doble y lo convierta en una flor.
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