Nadine Stéfano salió del palacio Bender a las tres de la tarde de un domingo soleado. Llevaba un vestido celeste y una sombrilla color naranja fabricada en Tilaurakot. Jorge Allen marchaba en ese momento rumbo al apartamento de Ives Castagnino. [...] Al verla, Allen sintió que un puño lo golpeaba desde el interior de su estómago. Supo enseguida que aquella chica era Nadine Stéfano, la francesa de la que hablaban todos.
Ella se encaminó hacia los parques y muy pronto llegó al Rosedal. Sin decidirse a abordarla, Jorge Allen la siguió desde lejos, tan lejos que al borde del lago la perdió de vista. La buscó al trote entre los patinadores, ciclistas y vendedores de globos. [...]
Un remolino lo situó cara a cara con la chica. Ella le hizo un gesto y pareció que iba a hablarle. Era otra vez la falsa Nadine. [...]
Por fin pudo acercarse a la segunda mujer de vestido celeste. Tenía un cuerpo estupendo pero evidentemente no era Nadine. [...]
Allen vio a tres chicas nuevas todas con vestido celeste y sombrilla anaranjada- Una de ellas se detuvo bajo el techo de un templete. Allen subió con bicicleta y todo. La miró a los ojos y volvió a sentir dolores en el pecho. Aquella era una belleza superior. Mientras sacaba los churros del bolsillo vio detrás de la muchacha un nuevo contingente de vestidos celestes y sombrillas fabricadas en Nepal. La lluvia arraciaba.
- Por fin te encuentro.
Ella sonrió. Allen se dispuso a besarla. En ese momento, en lo alto del terraplén del ferrocarril, apareció un vagón blanco, sin locomotora, marchando con silenciosa lentitutd. Sólo una persona viajaba en él. El poeta vio su cara en la ventanilla y reconoció, esta vez para siempre, a la mujer más hermosa del mundo, con su vestido celeste y su sombrilla anaranjada, inconcebible e inalcanzable viajando hacia lejanas estaciones de ausencia.
Estaba yendo a danza en colectivo, la misma línea de siempre, leyendo el libro. Cuando llegué al principio de este capítulo me prometí que era el último que iba a leer antes de bajarme, y cuando terminé de leerlo, con esa última frase, cerré el libro y levanté la vista. Miré a la ventana, ahí estabas vos: Cruzando la calle, la misma calle, en sentido contrario. Tal vez fuera un espejismo, miré de nuevo pero eras vos. Vos con esa campera de colores brillantes que nadie más usaría, vos con tu pelo ingobernable, vos con tus lentes de sol, vos con tu celular caro, vos al moverte, vos con tu expresión de "Por qué estoy caminando como los simples mortales? Dónde está mi auto?". Vos. Vos. VOS. Vos, al que por fin había de dejado de buscar inconscientemente en las calles, al que ya no esperaba ver entre la gente un día cualquiera. Vos que ya no me importabas tanto, vos al que no esperaba ver ese día. Te juro que intento, mi amor, yo intento.
No estaba pensando en vos, ni aún con ese capítulo, ni con ese libro. Por primera vez en mucho tiempo juro que no estaba pensando en vos. Pensaba en otro chico tal vez, en una noche diferente, en salir con amigos, en que me diera igual verte o que no estuvieras.
Pero igual te vi. Yo, que no creo en las casualidades. Yo, que por fin me sentía más yo y ya no te esperaba. Yo que creo en el destino y que por ende, creo en vos.
Siento que despertaste una mañana pensando 'Paulina ya no piensa en verme? No puedo permitir eso.' Y volviste a tirar fuerte de ese hilo que nos ata, que aunque sea muy largo y nos deje alejarnos el uno del otro, siempre sigue ahí. Sé que no era tu intención que te viera, sé que vos no me viste a mí. No, no me viste.
'Yo intento, te juro que intento pero el destino me caga!'
"Ya sabés cómo es con ustedes, cuando tienen un desencuentro tan groso de día, después te lo encontrás a la noche. Sabés que te lo vas a encontrar a la noche, porque sino no puede ser."
Sé que vos no me viste a mí. No, no me viste, hasta esa noche no.
Cuando pasé el enojo inicial con el universo, intenté seguir mi día como antes. Lo vi a él, me divertí sólo con él, con nadie más en la cabeza. Con nada más en la cabeza tal vez. Cuesta pensar con tanta furia acumulada. Me predispuse de nuevo a salir sin pensar en encontrarte. Sabiendo de antemano y con bastante precisión que ibas a ir a otro lado, con otra gente. Pero te vi, como siempre te veo a la noche después de un desencuentro muy groso de día. Te encontré a la noche porque sino no podía ser. Ya sé cómo es con nosotros. Terminaste yendo al mismo lugar, terminamos hablando entre la misma gente. Hablando sí, cerca, muy muy cerca, pero bailando no. Bailando nunca. Ya sabés cómo somos al bailar.
- Sacamela que me provoca.
- Yo te provoco? Vos me provocas, pero dejas todo a medias.
- Qué hago a medias?
- Y... me hablás re cerca pero no hacés nada, me traés a la pista, pero no me llevás a bailar...
- No puedo. Estoy tratando de RESPETAR, cosa que nunca hice.
- ... Nunca?
- Nunca.
- ...Nunca? ...Seguro?
- BUENO A VOS SÍ. Pero, no lo supiste valorar (?)
- Jajaja, tenés razón.
- Yo te provoco? Vos me provocas, pero dejas todo a medias.
- Qué hago a medias?
- Y... me hablás re cerca pero no hacés nada, me traés a la pista, pero no me llevás a bailar...
- No puedo. Estoy tratando de RESPETAR, cosa que nunca hice.
- ... Nunca?
- Nunca.
- ...Nunca? ...Seguro?
- BUENO A VOS SÍ. Pero, no lo supiste valorar (?)
- Jajaja, tenés razón.
Me dijiste una vez hace un tiempo, en ese mismo lugar, que ya sabías que te iba a esperar, que ahora lo creías, porque te lo había demostrado. Yo sé que fui cruel, mi amor, al demostrarte en el mismo lugar que ya no te espero tanto. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Yo cumplí con una materia pendiente de la secundaria, sí, pero sería hipócrita no admitir que también busqué tu cara. Y esa cara, esa cara que tanto aparece en mis sueños para romperme los huevos, esa que se disfraza de otras caras en la peatonal, esa que siempre me ignora cuando en verdad me quiere ver, esa que ante ciertas personas casi siempre miente, esa, como casi siempre conmigo, no pudo evitar decir a gritos la verdad. No creas que me gusta ver esa expresión en tu cara, mi amor, pero vos y yo sabemos que podrías haber sido vos. Que elegís ser público y no actor, mirarme bailar en vez de bailar conmigo, que al fin y al cabo, también es tu culpa que ya no quiera bailar sola. Casi con convicción religiosa creo, en forma totalmente irracional, pero basándome en hechos, que sos el amor de mi vida. Te voy a esperar toda la vida, amor, pero eso no significa que te vaya a esperar toda la vida. ¿No se entiende? No me importa. Nunca nadie nos entendió.
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